Giorgio de Chirico
El escenario no tiene sus adornos
ya apagadas las luces
disueltos los aplausos
acalladas las voces y murmullos
Troya desaparece un breve instante
Héctor y Andrómaca
un hombre una mujer
articuladas marionetas del destino
cumplen con el ritual que el corazón impone
él se despide con silencioso abrazo quizá intuye
que será para siempre
y que tendrá la culpa el acero de Aquiles
ella lo sabe
la sustenta su frágil corazón de caoba
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